Superávit y...
La liquidación
presupuestaria del Ayuntamiento de Barcelona debe ser interpretada en el
contexto de ajuste presupuestario delimitado por la ley de estabilidad
presupuestaria y sostenibilidad financiera, que impone reglas fiscales muy severas.
El esfuerzo fiscal de las entidades locales ha sido, en general, enorme.
Agravado, además, por la caída de su principal fuente de ingresos: la actividad
inmobiliaria. La ciudad condal no es una excepción.
El aumento en la
capacidad de financiación siempre es positivo porque favorece la contención de
la deuda pública y da más margen de maniobra para la acción política futura. En
la media que las entidades locales padecen graves problemas de acceso a los
mercados de capitales, el ahorro público favorece además la sostenibilidad
financiera de la institución.
Así mismo, un elemento
muy sustantivo del avance de liquidación presentado por el Ayuntamiento es que
el grado de ejecución del presupuesto previsto es muy elevado, tanto en gastos
corrientes como en capital, lo que es muy positivo.
Sin embargo, todo
análisis es deudor de su contexto y la situación financiera de Barcelona no era,
en ningún caso, crítica. El nivel de deuda viva apenas alcanza hoy el 50% de
los ingresos corrientes anuales, lo que ofrece un margen de actuación al
consistorio mucho más amplio que en la mayoría de municipios españoles.
Ayudado por la
prórroga presupuestaria y con una compleja composición política del
consistorio, que probablemente dificulta grandes acuerdos y actuaciones de
contenido económico, el nuevo equipo ha sabido revertir en poco tiempo la
tendencia al aumento del déficit del período 2009-2011 pero el ejercicio de una
mayor austeridad no debe ser jamás un fin en sí mismo sino un instrumento para
el control de los desequilibrios y la mejora en la acción política. En este
último ámbito sí hay un amplio recorrido de mejora, pues la realidad económica
y social de la ciudad, en un contexto de atonía económica y elevado desempleo
juvenil, exige políticas presupuestarias más ambiciosas.
En este sentido, el
agravamiento de la desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza
entre distritos y barrios de la ciudad invita a una acción más directa en apoyo
de los grupos y colectivos sociales más desfavorecidos. Más allá de responder a
la crisis de demanda existente con un mayor ritmo inversor, particularmente
oportuno me parece reforzar los programas de atención social, educación,
prevención y atención a la infancia. Dadas las graves dificultades financieras
de la Generalitat, el mayor acento en las políticas educativas y sociales es
una necesidad que deviene prioritaria. Hay que compensar las asimetrías
inducidas por la crisis.
Así mismo, difícilmente
podrán las políticas municipales revertir por sí solas los problemas de
desempleo y las deficiencias del modelo productivo, pero puede ser muy
importante su contribución a la promoción de un entorno local más atractivo
para la inversión y más propicio a la innovación y la creatividad. Barcelona
puede y debe invertir más y con mejor sentido estratégico.
(Una adaptació d'aquest comentari fou publicada ahir al diari Expansion):
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