Señales y ruidos
En el libro “La señal y el ruido”,
el estadístico Nate Silver utiliza la tragedia de Julio César, brillantemente descrita
por Shakespeare, para diferenciar la verdad existente del ruido que nos distrae.
Un buen ejemplo de cómo alguien ignoró las señales al interpretar las evidencias
disponibles de forma selectiva, con consecuencias trágicas bien conocidas.
Hoy la información ya no es un
bien escaso. Pero existe tal abundancia de datos entre los que elegir que es
sencillo encontrar alguno que encaje con el ruido existente y con nuestra forma
de interpretar la realidad. Las cifras pueden parecer elocuentes pero no tienen
forma de hablar por sí mismas. Somos nosotros quienes las revestimos de
significado y quienes a veces vemos patrones de comportamiento donde no
existen.
Los economistas llevamos
demasiado tiempo haciendo malas predicciones y persistiendo en los errores
cometidos. En realidad, predecir lo que va a suceder es harto difícil. La
economía es un sistema complejo que cambia constantemente, de forma que las leyes
que explican el comportamiento económico durante un ciclo pueden no ser del
todo vigentes en ciclos futuros. Es una tarea ardua inducir mecanismos de causa
y efecto tan sólo a partir de datos estadísticos económicos. Todo se complica
además porque la calidad de los datos no siempre es óptima. Se publican muy
tarde y se revisan frecuentemente, incluso series temporales completas, cuando
no se cambia el criterio para la recogida y cálculo de los mismos.
Pero no es excusa para que algunos
manifiesten una comprensión muy escasa de cómo funciona la realidad económica.
Apóstoles del apocalipsis o del nirvana económico ocupan frecuentemente las
tribunas mediáticas, sin sufrir por sus escandalosos errores de predicción ni rectificar
sus predicciones sesgadas. Además, responsables políticos, organizaciones
empresariales, organismos internacionales, agencias de rating y centros de
investigación nos bombardean casi a diario con sus opiniones sobre el futuro. En
muchos casos, sus predicciones ni pasan por control previo de calidad ni por rendición
de cuentas posterior y casi nadie justifica sus errores.
Todo ello posiblemente sea el
resultado de una sociedad que no proporciona a los economistas incentivos
suficientes para realizar predicciones correctas. Disponemos de mucha
información pero continuamos percibiéndola de forma selectiva y subjetiva, sin
prestar la atención debida a las distorsiones que provocamos. No nos faltan
datos sino más conocimiento para procesar mejor la información y poder ser
dueños de nuestro destino, un cambio total de actitud y una sociedad mucho más
exigente.
(Reproducción del comentario de actualidad en Gestiona Radio)
O bé, precissament, molts economistes tenen suculents incentius per a fer les prediccions que fan... potser també cladria tractar la deshonestedat inte.lectual d'alguns que no exposen clarament els interessos que els mouen per a fer les prediccions que fan...
ResponEliminaCertament, en viure a una societat molt poc acostumada a rendir comptes, no es penalitza als qui escriuen sota dictat d'altres...
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