El triunfo electoral de Donald Trump ha descolocado a la parroquia y obligará a gestionar un entorno todavía más complejo. Y aunque la persona o el personaje frecuentemente repelen al buen gusto, ofenden la dignidad humana y amenazan tormenta, al nuevo presidente habrá que juzgarle por sus hechos y decisiones. Tiempo habrá para ello. Ya habíamos comentado que el reparto de los dividendos y costes de la globalización no está siendo ni muchos menos equitativo y que la gestión de la crisis financiera ha agravado la asimetría. Estados Unidos no ha sabido o podido adaptarse completamente al impacto de la globalización. Muchos otros padecemos la misma afección, con síntomas incluso más molestos. Y cuando la percepción social es que los partidos tradicionales son incapaces de ofrecer soluciones alternativas, se lanza una moneda al aire y del desenlace tanto puede surgir una amplia regeneración democrática como abrirse la caja de Pandora. Si éste último es el caso, todavía nos queda por...