La red tiene poder...

Plataformas digitales y otros intermediarios de internet se han convertido en los dueños del ecosistema digital. Algunos de ellos son hoy auténticos gigantes económicos que compiten directamente con las mayores operadoras de telecomunicaciones del mundo, que se fusionan o absorben competidores a precios astronómicos y que se abren camino en otros sectores buscando diversificar sus fuentes de negocio.

Estos comportamientos generan no pocas preocupaciones a las autoridades responsables de defender la competencia. Desbordadas están no sólo por la velocidad y magnitud de los cambios porque sino porque su arsenal teórico es inadecuado para comprender la realidad de la industria y los mercados digitales.
Se analizan las conductas de las plataformas digitales en función de cómo se afectan los precios o las estructuras del mercado, ignorando que estamos ante mercados tecnológicamente muy dinámicos y en transición, donde no se compite ajustando precios para ganar cuota de mercado sino mediante innovaciones y mejoras en la oferta y prestaciones de los productos buscando arrebatar todo el mercado a la plataforma dominante y alcanzar una posición de monopolio temporal. En muchos de estos mercados el proceso de innovación y de producción son lo mismo, pues constantemente se actualizan, revisan y mejoran los algoritmos subyacentes.

En estos casos pues regular a priori parecería contraproducente y mejor sería actuar ex post cuando se tuvieran evidencias de comportamientos anticompetitivos. Pero la lentitud de las investigaciones, su enfoque desfasado y la complejidad de los negocios digitales conducen frecuentemente a procesos costosos de resultados exiguos.

La defensa de los intereses económicos de los consumidores exige un cambio de orientación en las políticas de defensa de la competencia analizando como muchos intermediarios de internet utilizan su poder de mercado para dificultar la capacidad de sus rivales para desarrollar nuevos productos o servicios que amenacen su dominio. En ocasiones, una plataforma digital altera un producto específicamente para interferir en la competitividad de las plataformas rivales, creando una barrera a los esfuerzos innovadores de la competencia y sin beneficiar con ello a sus consumidores. O bien se apropia de las innovaciones de otras empresas que dependen de ella para acceder a los consumidores finales, utilizando en beneficio propio parte de los contenidos desarrollados por sus competidores.  


Debe asumirse pues que cualquier impedimento a la innovación tendrá costes sociales, provenga de la acción del gobierno o de las empresas dominantes ya existentes en un mercado.

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