Los ardores del dragón rojo

L'article d'aquesta setmana a ElBoletín.com explica les causes que hi ha al darrera del daltabaix de la borsa xinesa. Connecta amb el que vàrem explicar a una entrada anterior del bloc (En pleno mahjong).

Us el reprodueixo i us passo l'enllaç directe a l'article original:

Hace algunas semanas comentaba en esta columna de opinión que China iba a ser el principal agitador económico del nuevo año (En pleno mahjong). Y apenas nos dio tiempo a digerir las uvas para percibir los efectos de un primer fogonazo del dragón que han dejado chamuscadas las principales bolsas mundiales.

Para comprender las razones del fulgurante colapso de los mercados de valores cabría recurrir al conocido principio de la navaja de Ockham: ante un suceso concreto la explicación más simple suele ser la que más probabilidades tiene de ser cierta. Es decir, las bolsas se desploman cuando las órdenes de venta aparecen masivamente en el mercado. 

En este caso concurren tres causas que han acelerado el proceso. Un motivo primario e indispensable es la pérdida de confianza de los inversores en la capacidad de las empresas cotizadas para ofrecer beneficios tan elevados como en el pasado reciente. Pese a que los datos sobre la evolución del consumo interno son favorables, la economía china ha ralentizado sensiblemente su tasa de crecimiento porque el frenazo del comercio internacional ha sido considerable. No habría ido a mayores si no fuera porque muchas empresas impulsaron grandes programas de inversión que les han dejado con gran exceso de capacidad y niveles de endeudamiento elevados. En este contexto, la bolsa pierde encanto porque se duda de la competencia de los gestores empresariales para mantener sus cuentas de resultados.

La percepción generalizada de una bolsa sobrevalorada ha coincidido con un motivo de oportunidad. Ya a principios del pasado verano sufrimos otro episodio de pánico procedente del Shanghai Composite. Las autoridades económicas, de clara tradición intervencionista, decidieron impedir las ventas de acciones por parte de los grandes inversores. La cercanía del vencimiento de dicha prohibición ha animado las ventas de muchos pequeños inversores, convencidos de que sus hermanos mayores, una vez abierta la veda, iban a desprenderse masivamente de sus títulos. Cuando hay temor de que se produzca una pérdida de valor en el título donde hemos depositado nuestro ahorro tratamos de desprendernos de él antes de que la catástrofe nos alcance. Y con ello, aceleramos la caída de las acciones. Un proceso similar acontece en los mercados de divisas: cuando hay miedo a que una moneda se deprecie, los inversores se desprenden de ella y provocan con ello la temida devaluación. 

A este fenómeno de expectativas desfavorables se añade una cierta falta de pericia y el habitual comportamiento cortoplacista de las autoridades chinas ante una bolsa poco madura y demasiado estrecha. La introducción de un mecanismo disyuntor que suspende temporalmente la sesión cuando la caída del indicador principal alcanza el 5% y definitivamente cuando el descenso llega al 7% no hizo más que alimentar el comportamiento de tonto el último: cuando se reanuda la sesión se precipitan las ventas hasta alcanzar el umbral previsto. Así es como se llega al esperpento de sesiones diarias con apenas trece minutos de duración real. 

La extensión temporal de las limitaciones y la imposición de nuevas condiciones a las ventas de los grandes inversores servirán para detener el síncope pero difícilmente revertirán la tendencia del mercado. Los inversores hacen con sus ahorros lo que consideran más conveniente y para muchos un mercado de valores con una oferta intervenida genera más incertidumbres que confianza.

Finalmente, también ejerce su influencia un factor subyacente. Es el aumento de los tipos de interés que la Reserva Federal realizó tras una larga expectación. Hoy no son los títulos nominados en yuanes los más atractivos. Hay otra oferta de renta fija y variable que goza de mayor confianza en el mercado porque se percibe que su comportamiento será alcista en los próximos meses.

Y como las finanzas son el mecanismo de transmisión internacional más vertiginoso, crucemos los dedos para que los ardores digestivos del dragón, tras tantos años de festín, nos alcancen bien resguardados.


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