¿Brexit? Tocando la fibra más sensible…

A medida que se acerca la fecha fatídica del referéndum, arrecian los estudios e informes sobre el impacto del Brexit en la economía británica. El debate se ha enriquecido con la confrontación de métodos de predicción más o menos sofisticados que mayoritariamente vaticinan un impacto desfavorable para la economía que abandona la Unión.

Con independencia del sesgo potencial en que puedan incurrir los organismos internacionales, que a veces rehúyen las consecuencias en el resto de la Unión, existe un amplio consenso sobre las causas del perjuicio. Los costes se sustentan principalmente en los efectos derivados de la pérdida de libre acceso a un mercado de grandes dimensiones y de acuerdos comerciales con acceso preferente a numerosos mercados no comunitarios, no sólo en el ámbito de los productos sino también en muchos servicios. Y aunque unilateralmente se adoptaran medidas de plena liberalización comercial y se renegociaran cada uno de los tratados bilaterales, el proceso consumiría tiempo.

No sólo el comercio exterior es un mecanismo de transmisión internacional, todavía es más relevante el mundo de las finanzas. La prima de riesgo derivada de la mayor incertidumbre de los mercados, la posible menor afluencia de inversiones e inmigración al perder las ventajas de acceso propias de un mercado único y la pérdida de peso financiero de la City se añaden al catálogo de calamidades. Ciertamente, aunque todos estos efectos puedan tener un carácter temporal los costes de transición probablemente sean apreciables.

Al otro lado de la balanza, la voluntad de recuperar un cierto grado de autonomía en política económica. Cuando las reivindicaciones de soberanía reverdecen es porque se percibe un trato injusto o invasivo por parte de tus socios. El matrimonio no compensa. En este sentimiento probablemente se centre el desenlace del juego: en cómo percibe la población británica la situación actual en relación con los potenciales costes y ventajas del divorcio.

En realidad, aunque el Reino Unido sea el segundo contribuyente neto más importante a la Unión Europea, el esfuerzo que realiza cada habitante es muy inferior al de Alemania, Holanda, Dinamarca, Austria, Suecia e incluso Irlanda. Es por ello que los últimos informes inciden especialmente en que la pérdida de exportaciones, inversiones directas e inmigración redundaría negativamente en las finanzas públicas. Para mantener el mismo nivel de gasto y servicio público advierten que la población británica debería pagar más impuestos. El envite apunta al corazón pero el recorrido pasa pues por el bolsillo.

Reproducció de l'article publicat aquesta setmana a CatEconomica: ¿Brexit? 

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