Canción triste de Frankfurt am Main


Meses atrás ya advertíamos que, en pleno proceso de integración bancaria, la banca europea daría que hablar y que no serían precisamente las entidades financieras de los países rescatados las que estarían en el ojo del huracán. La banca italiana, con el Montepaschi a la cabeza, amenaza ruina pero es el mayestático Deutsche Bank quien lleva todo el curso paseando por el alambre. Las torres gemelas de Frankfurt am Main empiezan a padecer mal de altura.
 
La crisis de la principal entidad bancaria alemana nos ofrece lecturas interesantes sobre la gestión de la crisis y los modelos de negocio en el sector. Por un lado, nos remite a una arquitectura de la respuesta a la crisis financiera sustentada sobre la piedra maestra de la protección de los intereses acreedores. En muchos casos, hablamos de entidades financieras privadas que comprometieron cuantiosas cantidades de capital en créditos interbancarios destinados a sostener la maldita burbuja hipotecaria de la Europa meridional. Y si bien los deudores han pagado cara su osadía y error de juicio, el ajuste de algunos acreedores ha sido mucho menos exigente. Tan sólo en el caso extremo de Grecia, se han asumido los costes de los graves desaciertos de cálculo en las decisiones de inversión.
 
Lo peor de mitigar el ajuste duro mediante un trato asimétrico es que cuando no se asumen completamente las consecuencias de los errores de gestión las veleidades y ligerezas tienden a reproducirse. La rendición de cuentas jamás debe ser una mercancía negociable.
 
En el caso del gigante alemán, a los abusos con las subprime, que ahora son objeto de la amenaza de sanción multimillonaria por parte del departamento de Justicia norteamericano, siguieron el activismo en el interbancario europeo, el liderazgo la intermediación del mercado de bonos, un creciente protagonismo en la City y más recientemente el exceso de riesgo depositado en el mercado de derivados de petróleo y materias primas.
 
Tanta atracción por el peligro se justifica mediante la visión de la entidad como un banco de inversión global. Las exigencias de las finanzas globales, en un contexto de desregulación y elevada innovación financiera, condicionaron la actuación de los colosos del sector y les inocularon la necesidad perentoria de estar presentes en todo aquello que se cuece, hasta el punto de guisar demasiados ingredientes para una digestión ligera.
 
Ahora, en época de cuentas de resultados magras, algunos sufren las consecuencias de preferir lujosos parqués lejanos y activos financieros exóticos a tejer lazos estratégicos en las economías locales. Aunque la crisis amaine y se sepa gestionar el temporal mediante recapitalizaciones y ventas de activos, no será fácil reconducir modelos de negocio demasiado escorados hacia las operaciones de alto riesgo. Los intentos de reconducir la actividad hacia el negocio tradicional topan hoy con un hándicap imprevisto: la política de tipos cero del Banco Central Europeo. No es fácil florecer en un mercado con márgenes reducidos ni tampoco huir eternamente de tu pasado.

(Reproducción del artículo semanal en ElBoletin.com: Canción triste)

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