Instituciones
En su obra La Gran Degeneración, el historiador Niall Ferguson afirma que el
peor enemigo del imperio de la ley son las malas leyes. Recientemente, diversas
aportaciones vinculadas a la escuela institucionalista de la historia económica
describen la crisis financiera como el resultado de la decadencia de instituciones
que fueron determinantes del auge de las llamadas sociedades occidentales. Desde
esta perspectiva analítica, el elevado endeudamiento, la mala gestión bancaria
o la desigualdad social no serían causas fatales sino tan sólo síntomas de un
malestar institucional subyacente.
Si las instituciones son la pieza
clave para entender los resultados económicos de la historia moderna, cabría
preguntarse por las virtudes institucionales que fomentan el progreso. Se citan
como fuentes de bienestar y riqueza la presencia de una sociedad civil rica y
vibrante, un gobierno amplio y descentralizado, un tejido organizativo denso en
la esfera pública y en la privada y unas relaciones sociales gobernadas por el
llamado imperio de la ley, entendiendo como tal a unos derechos de propiedad
seguros, la justicia y la igualdad.
Este marco institucional habría incentivado
el florecimiento económico porque estimularía la competencia, la inversión, la
innovación, el desarrollo cultural y la investigación científica. Las
sociedades más abiertas se caracterizan por disponer de instituciones políticas
más inclusivas o pluralistas pues la existencia de mayores derechos políticos
permite ampliar las oportunidades económicas de todos. En cambio, las
sociedades extractivas se significan por el poder arbitrario de unas élites reducidas
y orientadas a la captación de rentas. Élites extractivas que, cabe decirlo, no
sólo son políticas sino también financieras y económicas.
Más allá del valor analítico y predictivo
real de esta corriente de pensamiento, deberíamos reconocer que tan importante
es salir de la crisis como los medios que se utilizan para ello pues las
grandes crisis, como decía Balzac, o bien curten o bien rompen los corazones.
Recuperar la confianza en las
instituciones exige que el imperio de la ley sea igual para todos, que los administradores
públicos y privados rindan cuentas de sus errores, que los supervisores sean
independientes y efectivos, que se contribuya según la capacidad económica de
cada uno y que se preserve la igualdad de oportunidades. Contrariamente a la
creencia popular, en chino la palabra crisis no es sinónimo de oportunidad sino
de momento de peligro. Algo que hemos de tener muy presente cuando se decide
sobre preferentes, clausulas suelo, desahucios, impuestos, pensiones, recentralizaciones, lenguas, partidos
políticos o familias ilustres.
(Reproducción del comentario de actualidad en Gestiona Radio)
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