Primavera



Decía Pablo Neruda que aunque se cortaran todas las flores nada podría impedir la llegada de la primavera. Es lo que tiene de tozuda la estacionalidad. Y ya con los primeros indicios de primavera se nos altera la sangre. Semana primaveral llevamos, con unos datos sobre empleo y afiliación que, se miren como se miren, son positivos. Buenos mimbres para una temporada turística prometedora. Harán falta muchas más golondrinas para confirmar el cambio de estación. Poco probable parece que encontremos el punto de inflexión sin que repunte la producción industrial y mejoren los indicadores de consumo.

El efecto primavera también afecta a parte de la troika, menos beligerante con el déficit y un punto autocrítica con la gestión de los rescates. Pero, claro, la sangre no hierve a todo el mundo por igual ni tampoco en las mismas partes de su anatomía. Francamente, lo que menos necesitamos en este momento es más ruido de fondo. Las exigencias de aumento de presión fiscal, la sugerencia de eliminar el salario mínimo o las alabanzas al rescate bancario no es aquello que la sociedad espera.

La obsesión de la comisión por inducir una reducción del déficit a través de incrementos impositivos es una aproximación sesgada y poco apropiada. Si el objetivo es aumentar la recaudación, poca atención se presta a hacer crecer unas bases impositivas que sólo reviven cuando se reduce el fraude y florece la actividad económica.

Por si fuera poco, pensar que una de las causas de desempleo es el nivel del salario mínimo es reduccionista y decepcionante. Casi un millón y medio de desempleados tienen formación superior y 400.000 de ellos son menores de 30 años. ¿Qué condiciones de trabajo les queremos ofrecer?

Nada tiene que ver el nivel y la evolución del salario mínimo en la eurozona con el comportamiento del paro. Incluso, si eliminásemos los diferenciales de productividad, comprobaríamos que España no es precisamente muy generosa en la retribución mínima.

Y tampoco ayuda demasiado la publicidad triunfalista del FROB sobre el éxito de la recapitalización bancaria pues la financiación a la inversión productiva sigue desaparecida pese a las cuantiosas ayudas públicas al sector.

Cuando la capacidad adquisitiva de amplias capas de la sociedad padece por la caída de rentas y empleo y por el incremento de tasas e impuestos, fuera bueno alzar las miras e interpretar la crisis financiera como una oportunidad para hacer las cosas mejor y crear valor de forma distinta, no sólo para abaratar costes. Los cambios culturales suelen ser más costosos pero también más eficaces y perdurables.

(Reproducción del comentario de actualidad semanal en Gestiona Radio)

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