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El informe mensual del Banco de España sugiere que la actividad económica continua contrayéndose pero a un ritmo menor. Y los datos recientes de Balanza de Pagos confirman una mejora sustantiva de la posición exterior. Probablemente en el verano se llegue a un impasse del periodo recesivo y será en el último trimestre cuando realmente se venda el pescado. No sabremos si se ha llegado a un punto de inflexión hasta comprobar el comportamiento del mercado laboral en otoño y observar la evolución de los indicadores de consumo y producción industrial. Y aunque estos datos mejoren, nada será sostenible sin una reactivación de la inversión.

En cualquier caso, es un alivio importante observar como la caída trimestral de actividad modera su tendencia. Pero el interés del informe va más allá del análisis de la coyuntura económica. En uno de los artículos publicados, se examina el desajuste existente entre oferta y demanda de trabajo. Se pone de manifiesto una discrepancia muy importante entre las cualificaciones requeridas por las empresas en relación a las disponibles entre el colectivo de los desempleados.

La destrucción de empleo durante la crisis se ha concentrado en los trabajadores con menores niveles de formación, de modo que el desajuste existente por nivel educativo entre oferta y demanda de trabajo es espectacular y sin precedente alguno. Los riesgos del desajuste educativo son enormes pues cuando la economía se recupere no será fácil reincorporar a un colectivo importante de trabajadores y afrontaremos un severo problema de desempleo estructural.

Esta discordancia resulta tanto de la expulsión de trabajo poco cualificado en el sector de la construcción como de la presencia de trabajadores con estudios universitarios en el sector servicios, cuya demanda supera ampliamente la oferta disponible entre los desempleados. Y dado que no es fácil sustituir trabajadores con niveles de formación tan dispares, el desajuste educacional será uno de los principales retos de futuro del mercado laboral.

Sustentar el modelo de crecimiento en la utilización masiva de mano de obra poco formada tiene estas cosas. Bueno sería aprender de la experiencia. Reducir la tasa de paro exigirá adaptar las habilidades de los desempleados a los requerimientos de la demanda laboral. Habrá que impulsar políticas de empleo que aumenten la cualificación de los parados y crear empleos que aporten más valor. En su ausencia, el resultado derivaría en un desempleo persistente, salarios menguantes, emigración de mano de obra y sobrecualificación de los ocupados. Nada atractivo.

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