Lecciones de la crisis financiera



¿Ha finalizado ya la crisis financiera? Si nos atenemos a la función principal del sistema, la respuesta no puede ser afirmativa, pues le corresponde a los intermediarios de capital canalizar el ahorro hacia los que demandan recursos para financiar sus inversiones. Y la carestía actual de crédito es una muestra fehaciente de que aún mucha tela queda por cortar.

En plena visita de nuestros rescatadores y previendo ya su informe optimista, bueno sería evitar triunfalismos excesivos y tomar buena nota de las lecciones del pasado. Es bien conocido que en el sistema financiero hay muchas asimetrías de información que afectan sobremanera el comportamiento de los que en él actúan. Ni los que prestan saben con total certeza cuál es la solvencia de los que piden dinero ni los que lo reciben tampoco conocen exactamente el nivel de riesgo real de quien les presta. Es el peaje de un negocio sustentado en el cálculo de riesgos.

Pero, en pleno auge de la burbuja inmobiliaria, la descorrelación entre precios de viviendas e importes de hipotecas por un lado y los niveles de solvencia de los hipotecados por el otro fue más que evidente, con un crecimiento descontrolado del riesgo asumido por bancos y cajas, pues la selección de clientes y activos fue cada vez más adversa.

Graves errores que no hubieran sido posibles sin un fuerte endeudamiento exterior, una gestión y supervisión del sistema mucho más políticas que técnicas y un escandaloso efecto de riesgo moral por parte de les responsables financieros. De ahí hay mucho que aprender.

Por un lado, que los canales de transmisión y los efectos de contagio hoy son mucho mayores, pues las euforias y pánicos se extienden a velocidad digital y sus efectos se agravan cuando basamos nuestra expansión económica en dinero ajeno. Por el otro, que la supervisión debe ejercerse profesionalmente para limitar el riesgo que asumen las entidades y evaluar adecuadamente las innovaciones financieras. Finalmente, que la percepción de los intermediarios financieros de que, en caso de problemas, las autoridades económicas vendrán al rescate induce conductas arriesgadas e irresponsables.

Como siempre, reformamos en el peor momento posible. Pero no hay otra salida, pues afirmar que los mercados financieros autoregulados funcionan óptimamente por sí mismos y no requieren de supervisión ni vigilancia es una falacia interesada. El cóctel globalización, desregulación e innovación aplicado a las finanzas nos ha alegrado las largas noches de juerga pero cuando nos recuperemos de su dura resaca, la experiencia debería motivarnos a engendrar un sistema mejor.

(Reproducción del comentario de hoy en Gestiona Radio)

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