La rebelión de las pimes

Varias veces hemos resaltado la importancia que tendrá la inversión empresarial en la reactivación del mercado laboral. Los datos sobre inversión directa exterior, publicados a finales de la semana pasada, aportaron información relevante sobre la situación actual de la economía española.
Las cifras confirman el atractivo de nuestros recursos productivos y una confianza evidente de futuro. Se recibe más inversión directa exterior hoy que en Francia, Italia o la propia Alemania. No es sorprendente, pues incluso en las fases más intensas de la recesión no cesaron los flujos de inversión directa exterior.

El cambio principal de tendencia se detecta, sin embargo,  en las desinversiones. A diferencia de los años anteriores,   las liquidaciones por quiebra o disolución y la reducción de capital extranjero han dejado de crecer. Esta disminución de las salidas de capital se concentra además en sectores tan estratégicos como las manufacturas o la industria de la información.

¿Son buenos mimbres para la recuperación de la inversión interna? En la misma semana, las asociaciones catalanas de pequeños empresarios y autónomos presentaron de forma muy reivindicativa sus demandas de reforma a los gobiernos central y autonómico. Entre las diversas peticiones formuladas, que se apartan de los lugares más comunes, hay mucho sentido común y racionalidad. Permítanme que cite tres de estos casos.

Primero, la reclamación de un régimen sancionador efectivo en la ley de lucha contra la morosidad. La Federación Nacional de Trabajadores Autónomos acaba de presentar su informe en el cual se ponía de manifiesto que las ganancias obtenidas en la morosidad pública gracias al plan de pago a proveedores apenas compensaban el hecho que el plazo de pago de las grandes empresas más que duplica el límite legal permitido.

Segundo, acompañar una reforma fiscal que reduzca la presión impositiva de una reforma en profundidad de la revisión administrativa y contenciosa de los actos tributarios que sea efectiva en la lucha contra la economía sumergida y el fraude fiscal.

Finalmente, inversiones públicas que reviertan en mejoras competitivas del sector productivo, con especial mención al corredor mediterráneo.


Es decir, si no hay crédito que como mínimo se cobren las deudas, que todos paguemos impuestos y que se invierta donde más nos beneficiará a todos. Una hoja de ruta diseñada por los que realmente constituyen la parte del león del tejido productivo del país.

(Reproducción del comentario de actualidad en Gestiona Radio)

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