Realismo

Navega la coyuntura económica por su ruta prevista, con el progreso de los datos de empleo y actividad, la apreciación del euro, la mejoría de las cuentas empresariales  y la alegría en el mercado de valores. Y aunque sigo siendo de los que creen que al final del verano ya alcanzaremos tasas de crecimiento anual del 1% y cerraremos el ejercicio con un aumento neto de la ocupación cercano a los 150.000 empleos, bueno es salir a la calle y absorber una buena dosis de realismo.

Hablo con mi vecina sobre si se ha beneficiado de la caída de la inflación y me mira como si fuera marciano, saco el tema  de los beneficios del descenso en la prima de riesgo con los vecinos del otro lado de la calle y casi me pegan y cuando le pregunto al tendero de la esquina si ya le habían concedido el crédito que solicitaba me envía a paseo. ¿Tendré que cambiar de barrio?

Probemos. Esta semana me tocó viajar y coincidí por trabajo con varios colegas europeos y nadie entiende ni comparte la ausencia de estímulos al crecimiento, la inactividad del banco central ni una política que agrava la deuda pública. Con una excepción: mi colega alemán. Ni siquiera sus compañeros del norte de Europa se muestran entusiasmados, tan sólo le miran con recelo y asienten incómodos. Su punto de vista es que sólo asumiendo que hemos de ser más pobres podemos permanecer en el club de los ricos y cuando se le advierte que hay otras alternativas que implican un mayor compromiso suyo en la resolución del problema nos contesta que para qué queremos más dinero si no sabemos cómo utilizarlo y me expone una larga (y me temo que cierta) lista de despropósitos inversores, por no hablar de fraudes, corruptelas y otras perlas semejantes. En fin…

Y cuando uno vuelve a casa y ve como algunos calculan balanzas territoriales confundiendo subvenciones con créditos, otros mezclan caídas de población activa con descensos del paro y los de más allá hablan de rebajas impositivas mientras sube la presión fiscal, uno se pregunta hacia quien van dirigidos los esfuerzos para mejorar nuestra imagen y credibilidad internacional. Pero ante el descrédito exterior parece que no haya más inteligencia económica en España que no sea supeditar nuestro destino a los descensos en el coste laboral.

Así no ven y así nos va.

(Reproducción del comentario de actualidad en Gestiona Radio)



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