Entroikados

Un concepto esencial en la teoría de juegos aplicada a la economía es la credibilidad. En ausencia de información perfecta y completa, las decisiones estratégicas se adoptan con el objetivo de inducir o disuadir determinados comportamientos o bien de promover un acuerdo favorable.

La conducta estratégica de la troika en la crisis de la banca chipriota ha sido poco afortunada. Se quiso enviar un mensaje alto y claro para penalizar comportamientos indeseados pero el fiasco es colosal, pues se desconfía ahora de la estabilidad en las reglas y del sentido del propio juego.

La arquitectura de la reestructuración financiera en la eurozona tiene deficiencias estructurales importantes pero se ha sostenido en pie gracias a dos pilares básicos: la política monetaria acomodaticia del BCE, que proporciona liquidez cuando se necesita, y una firme garantía de los depósitos bancarios, que trata de evitar episodios de pánico y contagio.

Poner en duda el último dique de contención ante el pánico financiero es un grave error. Y aunque finalmente se evite la quita de los depósitos, la amenaza del cambio de reglas  se ha convertido en creíble. Lo peor de las amenazas creíbles es que no es necesario que lleguen a cumplirse para que sus efectos se dejen sentir sobre quien las padece. La torpeza de la troika ha aumentado la percepción de riesgo en una ecuación riesgo-rentabilidad que había llegado a un equilibro precario tras muchos meses de tensión en los mercados y que es un tesoro a preservar, dada la fragilidad de la situación económica existente.

Demencial sería que, en la anarquía ahora imperante, finalmente acaban obteniendo réditos jugosos aquellos a los que se pretendía pasar cuentas (léase capital financiero ruso). Y no olvidemos que las asimetrías siempre generan agravios. Ni es equitativo el trato que recibe la pequeña isla en relación a otros colegas en dificultades parecidas ni se justifica cargar las tintas sobre depositantes de ahorro y accionistas bancarios pero no sobre prestamistas o tenedores de deuda pública. Mala sería la sensación de que las sociedades de inversión colectiva y de capital riesgo merecen un trato preferente a los ahorradores individuales.

No es sencillo acertar siempre si las decisiones afectan a actores muy diversos pero cuando el sentido estratégico se ausenta de la sala triunfan la improvisación y los intereses creados. Y si quien arbitra no se gana el respeto, el destino del juego se convierte en imprevisible.


(Reproducción del comentario de esta mañana en Gestiona Radio)


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