Claroscuros exteriores
Una de las honrosas excepciones al deterioro general de los datos macroeconómicos
en España es la sensible mejora del saldo exterior, hasta el punto de alcanzar un
déficit de apenas el 0,2% del PIB. Bueno es, pues nuestra economía tiene una
larga tradición deficitaria, consecuencia de deficiencias competitivas estructurales
en nuestro modelo productivo. En cada etapa de expansión económica se revelan
con fuerza las dependencias exteriores y el crecimiento se acompaña de una
fuerte derrama de renta en favor de nuestros socios comerciales.
El hecho de que ahora el ajuste económico conduzca a una mejora del saldo
exterior no resulta sorprendente, pues dicho saldo refleja esencialmente el
sentido de los intercambios comerciales. Y la fuerte contracción de la demanda provocada
por el desempleo y las medidas de austeridad penaliza la evolución de las importaciones.
Es cierto pues que es en las fases alcistas del ciclo cuando se revela
realmente el valor competitivo de una economía, pero que sea el crecimiento apreciable
de las exportaciones el factor que más contribuye al equilibrio exterior no es
poca cosa.
El saldo también nos desvela nuestra posición financiera frente al resto
del mundo. Es decir, si disponemos de capacidad para atender nuestros
compromisos exteriores o bien requerimos de financiación para afrontar nuestra actividad
económica. Que el equilibrio exterior esté cercano también es una buena noticia
para una economía que tiene un nivel de deuda exterior importante.
Sin embargo, el análisis detallado por sectores institucionales y cuenta de
explotación nos muestra algunas señales de alerta que no deberíamos ignorar
pues pueden poner en entredicho los avances conseguidos.
Por un lado, la mejor posición financiera obedece básicamente a la
reducción de déficit público (excluido el rescate bancario) y al
despalancamiento empresarial. Pero a costa de una disminución sin precedentes
del ahorro familiar y la inversión empresarial. No parece sostenible la mejora
sin detener el deterioro de la renta disponible y reactivar la inversión.
Por el otro, la carga del ajuste continúa recayendo sobre una menguante remuneración
de los asalariados, damnificada tanto por los despidos como por los recortes
salariales. Sin mejoras productivas que generen empleo de calidad, las ventajas
competitivas conseguidas corren el riesgo de desvanecerse, pues poca confianza generan
y poco recorrido tienen las ganancias de productividad que sólo saben obtenerse
a costa de despidos.
(Reproducción del comentario de esta mañana en Gestiona Radio)
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