Widerspruchsgeist (Espíritu de contradicción)



Sigue el desencuentro entre gobierno y organismos internacionales en cuanto a previsiones sobre la evolución económica. Esta semana el Fondo Monetario Internacional ha presentado sus perspectivas económicas, avanzando un escenario de fuerte contracción y aumento del desempleo en España para este año. Uno más.

Inapropiado parece el obtuso empecinamiento de las instituciones en discrepar sobre la realidad económica, lo que no favorece que se arriesguen capitales para invertir creando empleo, pues poco sabio es salir al monte cuando unos predicen soleado y otros ventisca y temporal de nieve. Mejor resguardarse en casa, por si acaso. Y así andamos.

Pero la ceremonia de las contradicciones vive momentos álgidos. Así, Lagarde hablaba en Nueva York de la necesidad de poner todo el énfasis en  el triángulo mágico crecimiento, empleo y equidad. Sin creación de empleo, dijo, corremos el riesgo de arruinar el futuro de toda una generación de jóvenes. Reclamaba políticas laborales más activas y un mayor dinamismo inversor de los países con superávit exterior, como Alemania. Y en el reciente informe semestral se reconoce la fatiga del ajuste y la necesidad de políticas que protejan y estimulen la demanda, resaltando la conveniencia de políticas monetarias decididas y de un ajuste fiscal mucho más gradual. Pero, supuestamente a fin de mantener equilibrios entre visiones opuestas, en el apartado de recomendaciones se incluye una llamada a no bajar la guardia y a continuar con los recortes públicos y las célebres reformas estructurales. Así, todos contentos. Pero nadie feliz.

Por si fuera poco, un Bundesbank en plena añoranza de tiempos mejores, se apunta a la moda zombie para despertar viejos fantasmas y desear un futuro sin eurobonos, con supervisión bancaria a la carta, mercados financieros perfectos, un euro fuerte y una Europa meridional a su servicio. Nada mejor para ello que algunos continuemos reduciendo salarios, pensiones, prestaciones y empleo.

Se habla más de cifras y monedas que de personas. O del bienestar de algunas más que de otras. Pero no hay que conformarse ante la ocurrencia de que sólo es posible construir una Europa mejor mediante el empobrecimiento o la emigración de nuestro talento.

Desde el estallido de la crisis financiera, España está reduciendo el diferencial en productividad por hora trabajada con Alemania y la Europa central a un ritmo medio del 1,7% anual. Ése sí es un trayecto que vale la pena recorrer y una prima de riesgo que combatir.

(Reproducción del comentario de hoy en Gestiona Radio)

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