El festín del sanedrín



No atinaron Draghi y sus compañeros de sanedrín. El desatino es excesivo, pues la política económica evoluciona desde un concierto desafinado hacia el desconcierto. Justificar el status quo monetario en los riesgos de inflación cuando la eurozona está en recesión y el desempleo vive tiempos gloriosos obedece más a una obsesión germánica que a evidencias empíricas.

Creer que la reactivación económica ni siquiera incipiente conducirá a tensiones monetarias por vía del empleo es poco riguroso, dado el exceso de capacidad y la abundancia de recursos ociosos. En el pasado, la inflación fue resultado de la falta de competencia en algunos mercados y del desajuste en la evolución de salarios y productividad. No es ahora el caso.

Tampoco hay expectativas de inflación en unos mercados financieros que siempre huyen de ese riesgo cual si les mentaran la bicha. Ni las reprimendas de la comisión, ni los temores del BCE ni las revisiones oficiales de la cifra de déficit trastocan su estado de ánimo y su buena predisposición.

Las expectativas son esenciales para un inducir un cambio de rumbo en las decisiones económicas. Lo sabe muy bien el BCE, aunque a veces parece olvidarlo. Sólo hace falta recordar cómo las declaraciones de Draghi del verano pasado calmaron un mercado próximo al punto de ebullición. Ignorar esa lección es arriesgado pues no es lo que conviene a una eurozona incapaz de resolver la crisis de la deuda sin crecimiento económico.

El expansionismo monetario desacomplejado de Bernanke, que ha inyectado continuamente liquidez para sostener la actividad económica norteamericana, acaba de ser replicado por las autoridades japonesas que conocen muy bien los peligros de los procesos deflacionarios. En este contexto, la rebaja de tipos en la eurozona no sería tanto un estímulo a la reactivación como un indicio de compromiso. Sin el descenso de tipos, el flujo de capital financiero llevará a una apreciación del euro que sólo generará alegría en el distrito financiero de Frankfurt.

Y la resistencia del BCE a adquirir activos y proveer fondos temporalmente a quien sufre graves dificultades de acceso a la financiación traslada las asimetrías en las primas de riesgo soberano a los mercados de crédito minorista. Ni agua para los que más padecen. Y sin confianza ni financiación no hay inflación pero tampoco inversión ni empleo.

Para la salud de todos, sería conveniente que en el próximo festín del sanedrín se sirvieran finalmente platos al gusto mediterráneo.

(Reproducción del comentario de hoy en Gestiona Radio)

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