Demolición laboral


El proceso de derrumbe laboral sigue su curso en España. Cada nuevo día 3.600 personas pierden su empleo. Hoy, pugnamos dignamente con economías centroafricanas y antiguas repúblicas soviéticas para liderar la Champions League del desempleo.

La pérdida de 322.000 empleos agrava la sangría que el paro persistente y masivo ejerce sobre las arcas públicas. Tiempo es de reaccionar con premura y acierto. Pero, cual desventurado Ulises que busca infructuosamente el camino de regreso a casa, seguimos atentos a cantos de sirena que nos atraen hacia los peligrosos arrecifes de la ruptura social.

La política de recortes, despidos y aumentos impositivos no consigue reducir ni déficit ni deuda pública, perjudicados ambos por la caída de actividad inducida y por el coste del rescate bancario. Más de 60.000 millones de euros ya se llevan invertidos en sostener la viabilidad de entidades mal gestionadas que todavía hoy son incapaces de reactivar su oferta crediticia.

Y ni el descenso del coste laboral ni la mayor flexibilización en las condiciones de contratación y despido impiden que el empleo se destruya incesantemente. Señores, no es cuestión de salarios e indemnizaciones sino de modelo productivo. Y un dato significativo: en los últimos nueve meses, la población activa ha disminuido en 136.000 personas. Sin la renuncia de estas personas a buscar empleo, la tasa de paro sería medio punto superior.

Ahora se sitúa en el ojo del huracán un sistema de pensiones que sufre por su futuro, más por el desplome de ingresos que por un factor demográfico que es común a toda Europa. Mientras el gasto aumenta a ritmos del 5% anual, las afiliaciones disminuyen con similar entusiasmo. Eso sí que es insostenible. En España trabaja y cotiza el 36% de la población pero en la eurozona que queremos liderar lo hace entre el 45 y el 50%. Nos faltarían esos 4 o 5 millones más de empleos. Poco satisfactorio sería conformarse y construir un futuro sin ellos.

Los insaciables cánticos reformatorios guían nuestra navegación hacia un destino que nadie escogería al embarcarse en el trayecto. Decía Don Quijote a Sancho que con menos de tres reales se podían hacer tres azumbres del bálsamo de Fierabrás. Hoy, ya sabemos que cada real cuesta su peso en oro macizo y que las propiedades mágicas del bálsamo difícilmente serán tales si ni las propias sirenas se atreven a consumirlo.

(Reproducción del comentario de hoy en Gestiona Radio) 

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