Paraísos privados

¿Quieren vivir sin pagar impuestos? Ahí fuera hay un mundo opaco, deslocalizado, offshore, donde algunos pueden adaptar las leyes a sus necesidades.

La OCDE ha publicado recientemente informes que muestran la existencia de una enorme desigualdad fiscal en el tejido productivo de las economías occidentales. Mientras el 90% de las empresas cotizan por sus beneficios a tipos cercanos al 30%, las grandes empresas transnacionales lo hacen a unos tipos irrisorios.

A medida que la actividad industrial y comercial se deslocalizaba también lo hacía el sector financiero y así crecía una emergente corriente de flujos de capital internacional entre matrices y filiales, que fue aumentando a medida que los mercados financieros se globalizaban.

Pronto aparecieron convenios, tratados y exenciones para evitar problemas de doble imposición pero hoy las empresas más poderosas han pasado de exigir una tributación justa a buscar una tributación neutra. Es decir, inexistente. Apple, Google, Pfizer, Microsoft, Wallmart, por citar algunas, tributan por beneficios proporcionalmente muchísimo menos que el tendero de la esquina o el dueño de su pastelería preferida, porque en las altas esferas de la tributación, las normas del juego son muy distintas. Nada nuevo: los más opulentos juegan con cartas marcadas.

Doble irlandés con sándwich holandés, Cayman Especial o Sándwich chipriota no son nombres de combinados exóticos ni tampoco menús de oferta en restaurantes de comida rápida sino nombres de algunas rutas de evasión e ingeniería fiscal.

Se diseñan estructuras corporativas complejas para invertir en paraísos fiscales y ahorrarse el pago de impuestos. Hoy, una parte creciente de los flujos de capital internacional tienen tal opacidad que, en la práctica, es difícil conocer de quien es la propiedad real de los activos financieros que se transmiten.

Cuando oímos hablar de paraísos fiscales, habitualmente pensamos en destinaciones lejanas y exóticas como Belice  las islas Vírgenes, las Caimán o Panamá, pero en el corazón mismo de Europa, mientras se ajustan las políticas sociales, circulan flujos de capital integrados por royalties, intereses, beneficios e inversiones que pasan brevemente por empresas fiduciarias fantasma, muchas de ellas sin empleados reales y con direcciones ficticias, para desviarse posteriormente hacia paraísos fiscales.


Si la avaricia es antigua también lo es el afán de justicia. Y a las viejas historias, como a los viejos amigos, hay que visitarlos de vez en cuando.

(Reproducción del comentario semanal de actualidad económica en Gestiona Radio)

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