Desconcierto cognitivo
El protagonista de la última
novela de John Verdon comenta que hay un principio cognitivo que es contrario a
la intuición. Es aquel que dice que no pensamos lo que pensamos porque vemos
los que vemos sino que vemos lo que vemos porque pensamos lo que pensamos. Es
decir, las ideas preconcebidas frecuentemente nos llevan a negar la realidad
por más que ésta sea evidente e incluso nos pueden conducir a ver cosas que no existen.
Algo así me parece que acontece
en la política económica europea. Ya comentamos que éste iba a ser un año de
protagonismo para los bancos centrales. Y, efectivamente, la progresiva
retirada de estímulos por la Reserva Federal y los ejercicios de expansión
monetaria en muchas economías en desarrollo están generando efectos económicos
concretos.
Compete a todo banco central
garantizar un cierto grado de estabilidad monetaria que facilite que las
decisiones de consumo, inversión y contratación se ejerzan en un entorno
relativamente predecible. Pero hoy, más que certidumbre y confianza, lo que
percibimos desde Frankfurt es inapetencia y conformismo.
Cuando se está convencido que el
ajuste interno es la medicina amarga que deben tomar los derrochadores, no se
alcanza a ver cuáles son sus consecuencias reales. Y dado que los prejuicios
son intrínsecamente irrazonables, el reparto de las cargas del ajuste es
esencialmente injusto. Cuando el norte europeo está convencido que su dinero ha
ido a manos de unos vecinos con tendencia a la corrupción y la holgazanería no
percibe la necesidad de estimular su economía para favorecer la salida de la
crisis de sus compañeros. Y cuando la Europa Meridional no sabe reconocer méritos
en sus colegas ni reproducir en casa lo mejor de los otros, se limita a
quejarse de su destino mientras ajusta a la baja sus expectativas de futuro. Y
se demoniza el endeudamiento sin reconocer que el crédito es esencial para la
reactivación económica.
Miramos todos pues a Draghi. Pero
nos lo encontramos encantado de conocerse y más pendiente de la campaña
electoral europea que de los índices de desigualdad y pobreza o los niveles de
desempleo estructural. Poco nos puede extrañar que muchos ciudadanos europeos
perciban hoy a la política económica como otro instrumento gubernamental para
limitar nuestra capacidad de acción al servicio de unos intereses que no se
alcanza a comprender.
(Reproducción del comentario semanal de actualidad económica en Gestiona Radio)
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