Sinceramente tuyo

Que los impuestos los pagamos las personas, tanto físicas como jurídicas, es algo que sabemos todos. Aunque bien es cierto que en España no todos pagamos impuestos. Entre fraude, corrupción, desempleo e inactividad, el grueso de la imposición directa recae sobre apenas la mitad de la población.

Cuando trasladamos el pago de impuestos al territorio, fácilmente comprenderemos que donde hay más capacidad económica también se pagan más impuestos. Y si queremos garantizar la igualdad de oportunidades y de acceso a los servicios públicos, las políticas redistributivas deben dirigirse hacia donde hay más necesidades. En todo el mundo, la combinación de indicadores de capacidad y necesidad es la base de las políticas de reequilibrio social y territorial.

Cuando el Estado se descentraliza, la distribución de recursos entre comunidades debe obedecer a estos principios básicos. Quien menos capacidad tiene, debe recibir más para garantizar el mismo nivel de servicio, mientras que quien más tiene también debe aportar más. Si no fuera así, las comunidades más pobres se verían obligadas al absurdo de aumentar su presión fiscal. No se trata pues de altruismo sino de garantizar la equidad y favorecer la cohesión social.

Pero la acción redistributiva sobre los territorios también depende de la inversión pública. Y en este caso, el cálculo de necesidades no se ha correspondido con la distribución de la población o con otros factores objetivables, como la actividad económica o la densidad urbana. La opacidad y el regateo políticos han sido los criterios y las costumbres dominantes en un reparto alejado de la eficiencia económica y la rentabilidad social. Todos conocemos casos de aeropuertos, autovías y redes ferroviarias costosas y sin apenas actividad.

Por ello, la decisión de no publicar las balanzas fiscales es deplorable y chapucera, pues los criterios que se utilizan en su cálculo son académicamente rigurosos y compartidos por todo país descentralizado, sin que ello genere tensiones secesionistas.

Las sociedades más maduras creen en la transparencia y la calidad del debate público, elementos esenciales para resolver los conflictos que se generan. Pretender disfrazar que en la gestión pública se aplican criterios socialmente injustos es un disparate.


Cantaba Joan Manuel Serrat que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. En este caso concreto, la triste realidad tendría mejor remedio si alguien tuviera el coraje de asumir su coste político. Cuéntale a tu corazón que existe siempre una razón escondida en cada gesto.


Reproducción del comentario de actualidad económica en Gestiona Radio:




El àudio: Gestiona_050214

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