Ad Kalendas Graecas
Us reprodueixo l'article que avui ha publicat al diari El Economista sobre la situació de l'eurozona després de les eleccions gregues:
"Cuenta el historiador Suetonio que al emperador
César Augusto le gustaba usar la expresión ad
kalendas graecas para referirse a los acreedores morosos que probablemente
no pagarán nunca sus deudas. Las referencias a Grecia como motivo de escarnio
vienen pues de muy lejos. Tampoco por estos lares andamos muy sobrados de
credibilidad.
En plena tormenta sobre los mercados de la deuda
soberana y con organismos internacionales que reclaman nuevos ajustes, el
proyecto europeo se juega su imagen y credibilidad. Muchas miradas interesadas se
han posado sobre la Europa meridional para predecir el apocalypse now del proceso europeo de unión monetaria.
Sin duda, los errores pasados exigen purgar excesos,
rendir cuentas y asumir responsabilidades. Pero ofrecer en sacrificio a los
culpables del desaguisado es contrariar el espíritu del proyecto europeo y
olvidar que quien tuvo el acierto de emprender oportunamente las reformas
necesarias lo hizo en un contexto mucho más favorable.
A mediados del año pasado, los rescates selectivos,
la recuperación de ingresos públicos y las políticas de austeridad habían
estabilizado la economía de la eurozona y sus niveles de endeudamiento público.
El saneamiento bancario español y los ajustes presupuestarios en las economías
rescatadas eran los principales retos pendientes. Pero la imposición de un
ajuste fiscal contundente en toda la eurozona ha inducido una recesión
económica que ha agravado la situación preexistente. Por un lado, las economías
se han estancado, caído los ingresos públicos y aumentado la demanda de
prestaciones. Por el otro, en un contexto de actividad económica deprimida,
paro y descenso de los ingresos familiares es mucho más difícil poder devolver
la deuda privada. De ese modo, se ha incitado una espiral venenosa entre deuda
pública y privada que tiene en la prima de riesgo su actor protagonista.
Si los niveles de rentas, empleo y producción decaen
sin descanso mientras se exige a las administraciones que gasten menos de lo
que ingresan no sólo se obliga a la política económica a abdicar de su función
estabilizadora, también se cuestiona el proyecto mismo de integración. Muchos
se preguntan sobre el sentido del proyecto europeo si la solución propuesta es
más desempleo y desigualdad.
Grecia se ha convertido en un aviso dramático para
navegantes. La percepción de que no podrá pagar sus deudas es tan general entre
los inversores que los tipos de interés de su deuda pública superan los
anteriores al euro. El país ha perdido toda la credibilidad adquirida con la
unión monetaria y se desprecia el esfuerzo de la sociedad griega: casi todo el
déficit público actual es consecuencia de los intereses de la deuda.
El error de cálculo procede de nuestro tránsito
hacia el infierno de la inconsistencia económica. La crisis de desconfianza
reaparece rabiosa cuando la autoridad monetaria no responde de la deuda y los
esfuerzos de ajuste fiscal acontecen inútiles porque los tipos de interés (7%
en España, 12% en Portugal o más del 25% en Grecia) se disparan mientras la
actividad económica desfallece.
La ausencia de corrección de los desmadres del
pasado y la gestión poco afortunada de la crisis son pues las que transmiten un
profundo nerviosismo a los inversores y amenazan contagiar a todas las
economías meridionales. Probablemente, no haya mejor momento estratégico para
poner los cimientos de un nuevo proyecto europeo. Aparentemente, los designios
de las urnas griegas ofrecen una pausa que debería aprovecharse para avanzar
hacia una mayor integración económica.
Toda crisis financiera implica sacrificios y exige
nuevos medios de financiación. Los calendarios se renegocian y algunas quitas
de deuda son inevitables. Se ha avanzado parcialmente en estas direcciones pero
todavía hoy subsisten activos sobrevalorados, sistemas bancarios sin
reestructurar y gastos públicos injustificados. No se domesticará la prima de
riesgo sin un rol más activo del BCE como prestamista de última instancia, difícilmente
será sostenible la deuda pública meridional sin eurobonos, no habrá unión
bancaria sin sistemas de supervisión eficaces y mayor armonización de políticas
e impuestos ni salida a la crisis sin más inversión. La hoja de ruta existe."
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