Evitar el zugzwang
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"En ajedrez se conoce como zugzwang la posición en la cual al hacer cualquier movimiento se sabe
con seguridad que la situación empeorará, incluso hasta el punto de perder la
partida. La crisis perdura y la presión de los mercados sobre la deuda soberana
no remite, sin que las reformas emprendidas y los rescates aprobados tengan
efecto paliativo. Incluso se percibe que cada decisión adoptada agrava aún más
el escenario existente.
Encaramos pésimamente la partida y ahora nos urge
encontrar soluciones tácticas a un plan estratégico muy deficiente. Infravaloramos
a nuestro contrincante, cedimos piezas y acabamos en situación de franca
inferioridad. En estos casos, cabe actuar decididamente para alcanzar el final
más favorable posible pero se requiere mucha inteligencia estratégica cuando
hay que revertir una situación que es más desfavorable a medida que avanza el
juego.
El resultado electoral en Grecia muestra un
movimiento intermedio que nos ofrece la oportunidad para empezar a cambiar el
escenario. Las jugadas intermedias, que por sí mismas no aparentan cambiar la
situación, permiten ganar tiempo para desarrollar una combinación ganadora. Ésta
pasa por mejorar el diseño de la unión e intensificar la integración.
Sobre el tablero se manifiestan tres debilidades. Afrontarlas
probablemente exige ceder soberanía. Poco debería preocuparnos cuando ya se han
perdido piezas relevantes en el transcurso de la partida. Cedimos autonomía monetaria
y cambiaria con la creación del euro pero la pérdida de margen en política
fiscal es consecuencia de una gestión desacertada de la crisis.
Una debilidad reside en la dificultad para
desvincular la reestructuración del sistema bancario de la crisis de la deuda
soberana. La respuesta lenta y acomodaticia a los problemas de solvencia del
sistema financiero ha minado la confianza de los inversores en la capacidad interna
para reconocer la sobrevaloración de activos y emprender la reestructuración necesaria.
Al vehicularse a través del FROB, el rescate bancario no desvanece las
inquietudes, pues la falta de convicción política y de concreción de
necesidades y condiciones no evita la percepción de impacto final sobre la
deuda pública. Si se reconduce la inyección de liquidez directamente desde el
fondo a las entidades financieras, se asumen las responsabilidades y ajustes
pendientes y empieza la transición hacia una unión bancaria con mecanismos
eficaces de supervisión y cobertura, la tensión se reduciría en ese flanco del
tablero.
Otra debilidad deriva de la escalada de la prima de
riesgo, que dificulta la corrección de los desequilibrios presupuestarios. La
deuda pública ha duplicado su peso en el PIB desde el inicio de la crisis y su
sostenibilidad está en entredicho. Mientras los tipos de interés de la deuda
soberana superen los niveles de crecimiento económico, la presión continuará creciendo
ya que la recesión impide que se alcancen los objetivos previstos de déficit,
por más austeridad que se aplique. El lanzamiento de eurobonos favorecería la
financiación de la Europa más sedienta de capital y reconocer al Banco Central
Europeo como autoridad monetaria plena facilitaría su rol de prestador en
última instancia y propiciaría políticas más intervencionistas en momentos de grave
tensión financiera. Se calmaría otro flanco abierto.
Pero el desenlace de la partida, ya se sabe, se dilucida
en el centro del tablero. La economía productiva padece una severa crisis de
demanda, agravada por políticas de austeridad que deprimen rentas, consumo, empleo
e inversiones. La ausencia de estrategia de crecimiento y de expectativas
favorables desalienta la sociedad y agrava la desigualdad social. No hay
solución a los desmadres del pasado sin medidas correctoras pero la estrategia palidece
cuando los niveles de desempleo superan los previos al euro y la financiación
de la deuda se encarece tras los rescates. Es posible obtener una victoria
final sacrificando la pieza más valiosa pero difícilmente cuando se entrega sin
contrapartida alguna. Sin impulso económico en los países ahorradores, con
políticas fiscales pro-cíclicas, sin mayor armonización fiscal y convergencia de
políticas redistributivas y sin inyección crediticia para financiar inversión y
exportaciones, no hay esperanza de victoria si el contrario no abandona la sala.
La credibilidad es un activo económico capital. Se
requiere mucho esfuerzo para alcanzarla y talento para conservarla. Cuando se
desconfía de la capacidad de resolver la crisis financiera y se percibe que el
alto coste social y económico de las medidas adoptadas no es fácilmente
reversible, se acrecienta el riesgo de zugzwang.
Nos toca mover pieza."
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